22/10/11

Santa María de Lebeña. Arte y Leyenda.



LA HISTORIA…

El pequeño templo prerrománico de Santa María de Lebeña, el más bello legado del arte mozárabe en el norte de la península, se alza en la frontera entre el Desfiladero de la Hermida y la comarca de Liébana. Según la tradición, se atribuye su fundación, en el año 925, en plena Reconquista, a Don Alfonso y a su esposa Doña Justa, condes de Liébana, personajes éstos ligados inseparablemente a las numerosas leyendas que en torno a este mágico lugar han llegado hasta nuestros días.

EL ARTE…

Si bien su construcción se enmarca dentro del estilo prerrománico asturiano, predominante en esta época, la impronta mozárabe es evidente. Este estilo, combinación de la tradición visigoda con elementos propios del mundo islámico, hace de Santa María de Lebeña una joya arquitectónica única.

El templo tiene forma rectangular (16 metros de largo por 12 metros de ancho); se divide en tres naves, la central de mayores dimensiones, separadas por pilares de núcleo cuadrado y columnas adosadas. Éstos soportan arcos de herradura, característicos del arte mozárabe, apoyados en capiteles corintios, de estilo asturiano.

Su cabecera, plana en el exterior, presenta una triple división interior, con el cuerpo central ligeramente avanzado respecto a los laterales, y arcos de medio punto.

La cubierta de los distintos espacios se realiza de forma independiente: bóvedas de cañón longitudinales en la nave central y los ábsides, y transversales en las naves laterales. La cubierta exterior, a dos aguas, apoya los aleros sobre modillones de lóbulos, claramente mozárabes; todo ello, bellamente adornado con rosas o esvásticas.

En el interior, se juega con distintas alturas, particularmente elevadas en la nave central, lo que contribuye a la belleza de todo el conjunto.

Entre el material empleado en su construcción destaca la piedra de arenisca, abundante en la zona. Los muros de mampostería, que en algunos puntos alcanzan los 90 cm. de grosor, son trabados en los esquinales mediante sillares.

lgunos elementos de la iglesia son muy posteriores a su construcción original: el pórtico situado en la fachada sur, la sacristía adosada en su lado norte, y la torre campanario, neo-mozárabe, de principios del s. XX.

En su interior, llama la atención el retablo barroco (s. XVIII), la talla gótica de la Virgen (s. XV), y el frontal del altar, testimonio de su origen celta.

Y LA LEYENDA…

La herencia de los druidas

La huella remota de los guerreros celtas y sus sacerdotes, los druidas, ha pervivido, en este lugar mágico, durante milenios, hasta nuestros días. Aún aparecen ante nosotros vestigios milenarios de su presencia: la gran estela solar, el tejo milenario, símbolo de la vieja religión frente al cristianismo recién llegado, o los símbolos célticos grabados en las losas bajo el altar.

Todo ello nos transporta a otro tiempo, remoto y misterioso, en el que los celtas, con sus druidas y su culto al Sol, fueron los señores de esta tierra remota. Si cierras los ojos y dejas volar el corazón, notarás que algo especial, misterioso y remoto, envuelve este lugar.

Santo Toribio no quiere viajar
La tradición dice que los condes de Liébana habían edificado esta iglesia para albergar, contra la opinión del difunto, los restos de Santo Toribio. Al intentar abrir su sepultura, tanto el conde como sus servidores, quedaron ciegos; éste ofreció todos sus bienes a los monjes del Monasterio de Santo Toribio, a fin de recobrar la vista. Hecho el milagro, el conde entregó todas sus posesiones.

Y se juraron amor eterno…
… el conde Don Alfonso y su esposa Doña Justa, que parece formaron una gran pareja. Pero, como en todas las parejas felices, también hubo sus más y sus menos. Alfonso, en su propia tierra del norte, tras consagrar la iglesia, no ocultaba su felicidad; pero Justa, oriunda del soleado sur, se sentía solitaria y extraña.

Su esposo, comprensivo, le preguntó las causas de su melancolía; ella le confesó sus pensamientos. En prueba de su amor y de su fidelidad, decidieron plantar un tejo -árbol sagrado de las gentes del norte- y un olivo -símbolo del soleado sur-. Y prometieron ambos que su amor sería eterno y duraría tanto como el tejo y el olivo duraran. Era el año 925 de nuestra era.

Si visitas Santa María de Lebeña podrás admirar como un antiquísimo tejo y un milenario olivo se alzan ante ti para recordar que Don Alfonso y Doña Justa se siguen amando en la eternidad.
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